doxa.comunicación | 29, pp. 255-274 | 271

julio-diciembre de 2019

Renato Essenfelder, João Canavilhas, Haline Costa Maia y Ricardo Jorge Pinto

ISSN: 1696-019X / e-ISSN: 2386-3978

mente, de valores asociados con el campo, como sean la claridad, el equilibrio y la imparcialidad, realzados por la enorme exposición que sufren los textos. ¿Qué ingeniero imaginaría que la simple sustitución del verbo “subir” por el verbo “osci-lar” en las noticias de una encuesta electoral, como en el caso que aceleró el desarrollo de AIDA, podría generar repercu-siones tan negativas?

Además del tema semántico, con el avance de las posibilidades de aplicación de la IA surgirán preguntas relacionadas con la agenda, con los criterios de noticiabilidad y con la ética periodística, que demandan la colaboración de los periodistas para mejor codificación. En este sentido, la palabra “colaboración” parece ser más importante que la palabra “sustitución” cuando se trata de integrar proyectos de IA con las redacciones de periodismo. Al menos por ahora, en la etapa actual de estas tecnologías, la colaboración es indispensable.

Considerando investigaciones futuras, en el campo académico, la introducción de herramientas y tecnologías de Inteligen-cia Artificial en las salas de redacción deja espacio para una amplia gama de estudios centrados en temas como: 1) la efec-tividad de estas soluciones, es decir, su capacidad para agregar valor al trabajo del periodista o hacerlo menos extenuante; 2) los riesgos de estas tecnologías, tanto desde el punto de vista del trabajo, con la extinción de los empleos, como desde el punto de vista social y de la calidad de la información presentada; 3) los procesos de desarrollo e implementación de estas soluciones, los conflictos generados internamente por ellas; 4) los aspectos éticos asociados, incluida la posibilidad de que los sistemas imitativos del ser humano confundan a la audiencia (o incluso las fuentes de información, que pueden ser entrevistadas por robots en un futuro cercano); 5) los aspectos financieros de este movimiento, con la posibilidad de que las grandes corporaciones tecnológicas tomen el control de las compañías periodísticas, como ha ocurrido con la incorpo-ración del Washington Post por Amazon.

También hay mucho que debatirse sobre el contexto de la capacitación de jóvenes periodistas. Durante esta investigación, en varios momentos ha surgido la pregunta: ¿deberían los periodistas que han asesorado al desarrollador de AIDA haber estudiado programación para una mejor colaboración?

La etapa actual de AIDA, que avanza hacia el desarrollo de una interfaz gráfica, aún plantea muchas preguntas de investi-gación. ¿Cuáles son las consecuencias de automatizarse la narración de voz en off, es decir, de sistemas que pueden imitar la voz de periodistas humanos ampliamente conocidos por el público? Esta innovación trae de vuelta un viejo temor: ¿pueden las máquinas reemplazarnos en actividades tan asociadas con la inteligencia humana y la sensibilidad como la narración de historias?

En el caso de AIDA, la síntesis de voz se aplica más al concepto de imitar el desempeño humano, de hacer que los espec-tadores se sientan más cómodos que con textos leídos por una voz robótica. Sin embargo, dicha tecnología abre posibles escenarios en los que un telediario, como sucede en algunos sitios de noticias, pueda ser personalizado al gusto del públi-co, en la misma lógica de las redes sociales. En este caso, dependerá del público enumerar no solo las noticias que quieren escuchar, sino también con qué voz, con qué humor, con qué caracteres sintetizados, para el consumo en dispositivos móviles o en el televisor conectado a la Internet. Según los pronósticos de los investigadores de Globo, el avance de la IA permitirá, algún día, generar automáticamente contenido personalizado, algo inviable a través de un presentador de no-ticias humano.