doxa.comunicación | 28, pp. 241-260 | 245

enero-junio de 2019

María José García-Orta, Victoria García-Prieto y Miriam Suárez-Romero

ISSN: 1696-019X / e-ISSN: 2386-3978

creen que la televisión no está hecha para ellos, sino para adultos, criticando el lenguaje que usan (inadecuado para jó-venes y niños), sin respetar el horario infantil, sin información veraz e incluso sin ética ni profesionalidad. “La radiografía presentada podemos resumirla en la siguiente frase: han perdido el interés” (Vidales, Aldea y De la Viña, 2012: 111).

Por su parte, Guerrero Pérez (2018) ha examinado recientemente la evolución que ha seguido el consumo de televisión lineal de los millennials, comparándolo con el resto de la audiencia sin segmentar:

Los sectores más jóvenes de la población millennials y generaciones venideras de menor edad– muestran un comportamiento audiovisual que prioriza los servicios siempre conectados y personalizables, frente a las ofertas rígidas y cerradas. Se sienten atraídos por aquellos productos que les otorgan un papel activo, no solo como consumidores, sino también como programadores y productores, situándoles en el núcleo de las historias que les interesan (Guerrero Pérez, 2018: 1.243).

El autor marca el punto de inflexión en 2013, cuando “el consumo televisivo lineal desciende de modo progresivo y ge-neralizado hasta la actualidad, resultando especialmente acusado entre los públicos más jóvenes. En solo cinco años, el visionado de televisión se redujo en 21 minutos de media por persona y día” (Guerrero Pérez, 2018: 1.234), un descenso que, según este autor, coincide con el auge de los servicios de catch up de las televisiones tradicionales, que a través de sus plataformas online permiten al usuario visualizar contenidos ya emitidos por la cadena de forma lineal, así como produc-tos producidos exclusivamente para la plataforma.

Guerrero Pérez (2018) destaca, además, dos años claves: 2014, con la eclosión de la televisión de pago en España por su inclusión en los paquetes combinados (móvil, fijo, internet) que los operadores ofertaban (p. 1235); y 2015, momento en el que Netflix entra en el mercado español del vídeo bajo demanda. Esta plataforma ha sabido cambiar las reglas del mercado televisivo y cinematográfico, ya que no sólo se dedica a la distribución de obras, sino que se ha lanzado a la producción de series. “Un jugador que entendió rápidamente que su negocio aprovecha la convergencia tecnológica y mediática (Here-dia, 2017: 284).

En 2016 se le unirían HBO España y Amazon Prime Video, y un año más tarde Sky. Todas ellas plataformas internacionales que ampliaron la oferta audiovisual que ya ofrecían plataformas SVOD como Filmin y Rakuten TV (antes Wuaki TV). El sec-tor del vídeo se completa con servicios de AVOD (Advertisement Video on Demand), que ofrecen al usuario acceso gratuito e ilimitado a su catálogo a cambio de la inserción de publicidad, como es el caso de YouTube. “En consecuencia, el mercado español pasó, en tan solo unos años, de un estado de escasez a una situación de sobreoferta audiovisual” (Guerrero Pérez, 2018: 1.235).

Una oferta en la que el espectador ya no está atado a los horarios de las cadenas, sino que “puede optar por visionar los contenidos cuando lo desee bien grabándolos o viéndolos en streaming” (Quintas y González, 2016: 380), configurando así un consumo personalizado.

Esta tendencia ha ido aumentando progresivamente con el paso del tiempo. “La televisión sucumbe a Internet de la mano de los más jóvenes” era el titular elegido por Libre Mercado (Vega, 2018). Lo explican como sigue:

Las causas se encuentran principalmente en el cambio del comportamiento de los consumidores. Como publica World Economic Forum, la renovación generacional es la clave para entender la sustitución de los medios en el país americano. Mientras los mayores de 50 años se sientan frente el televisor durante una media de seis horas diarias (un aumento del 6%