doxa.comunicación | 27, pp. 239- 251 | 241

julio-diciembre de 2018

Isidro Jiménez-Gómez y Luis Mañas-Viniegra

ISSN: 1696-019X / e-ISSN: 2386-3978

del ámbito online (López-Berna, Papí-Gálvez y Martín-Llaguno, 2016), aunque menos del 5% de las asignaturas específi-cas de los planes de estudio de las universidades españolas versen, por ejemplo, sobre la comunicación en redes sociales, hecho que sigue alejando a las universidades de la realidad de los procesos de selección de las empresas (Navío-Navarro, González-Díez y Puebla-Martínez, 2018). De este modo, y a pesar de que el 90% de los puestos de trabajo en Europa ya re-quieren algún tipo de competencia digital (Comisión Europea, 2017), se dificulta alcanzar una capacidad digital avanzada en términos de transformación, innovación y creatividad (Martin y Grudziecki, 2006).

El desarrollo de la comunicación interactiva ha implicado la relevancia de perfiles profesionales tan diversos como el di-seño de interacción, el diseño web, la dirección de arte, el media project manager, la experiencia de usuario o el experto en usabilidad (Soler-Adillon et al., 2016), poniéndose de manifiesto que el desarrollo full-stack, aquel que exige un co-nocimiento del entorno front-end y del back-end (Carrillo-Tripp et al., 2018), requiere también la gestión de proyectos, infraestructuras y bases de datos con el objetivo de comprender el proceso completo más que la capacidad de desarrollar todas las partes (Tegze, 2017). Estas competencias resultan especialmente relevantes para la interconexión que se requiere actualmente, potenciada en el contexto de Internet de las cosas (Mazzei et al., 2018).

El término full-stack se genera a partir de las conversaciones que el desarrollador Carlos Bueno generó en sus redes sociales en el contexto del desarrollo de software para designar a un profesional “generalista”, porque “nadie puede saberlo todo acerca de todo”, pero debería ser capaz de “visualizar qué ocurre desde la capa de abajo a la de arriba en una aplicación informática” (Bueno, 2010). Sin embargo, este concepto adquiere un mayor recorrido cuando lo extendemos a otros terri-torios del cambiante mundo de la comunicación digital, donde también se han hecho imprescindibles perfiles con esta perspectiva sistémica que combinan el lado cliente y la infraestructura que sostiene los distintos servicios.

Un ejemplo de este desarrollo en dos direcciones opuestas, pero complementarias, serían aquellos perfiles profesionales que combinan el user experience (UX) y la gestión de bases de datos (estadística, minería de datos, big data). La preocu-pación por la experiencia de usuario (UX) en el diseño implica trabajar para alcanzar una facilidad de uso, satisfacción, disfrute, diversión y atractivo visual (Frederick et al., 2015). Sin embargo, es necesario combinar esa experiencia de usuario con la interactividad en la interfaz de usuario (UI), en tanto que mejora sus efectos y calificaciones hedónicas (Sutcliffe y Hart, 2017). Consecuentemente, tanto el diseño como los aspectos experienciales son esenciales en esta tercera oleada en la interacción humano-ordenador o HCI (Vermeeren, Roto y Vaananen, 2016) y su aprendizaje requiere de un enfoque pe-dagógico que resuelva problemas reales para alcanzar las competencias profesionales requeridas (Getto y Beecher, 2016).

La revolución que está suponiendo la gestión de datos es otro factor esencial en la perspectiva del profesional de la co-municación. Cada dos días se produce tanta información digital como todas las conversaciones que han tenido lugar a lo largo de la historia (Romanov, 2015) y se estima que, mientras en el año 2000 el 25% de la información se encontraba en formato digital, en 2007 la información analógica ya solo supondría el 7% del total (Hilbert, 2012). Toda esta gestión de una gran cantidad de información nos hace hablar de big data y su interrelación con los medios de comunicación implica el desarrollo personalizado de contenidos informativos y publicitarios (Couldry y Turow, 2014), a pesar de que aún no se han explorado las posibilidades creativas que proporcionan los datos (Selva-Ruiz y Caro-Castaño, 2016).