doxa.comunicación | 29, pp. 113-137 | 117

julio-diciembre de 2019

Noel Bandera López

ISSN: 1696-019X / e-ISSN: 2386-3978

cómo la primera determina a la segunda sino cómo se interrelacionan y con qué ritmos. La frecuencia es sin duda una variable clave y por ello se le concede un papel central, no sin referirse al menos a posturas más escépticas, como por ejemplo la de Wolf (2000: 188): “conceptualizar únicamente la variante de la frecuencia como índice de la percepción de relevancia de los temas parece simplemente insuficiente. La idea de que una elevada frecuencia define una fuerte rele-vancia va unida a un modelo comunicativo hipersimplificado, presemiótico: […] Para poder tratar la información conte-nida en el texto, el destinatario debe combinar la información de entrada con la almacenada en la memoria”.

A partir del contraste de los datos de los estudios del CIS y de los programas analizados, así como de las respectivas fechas de ambos, se podrá matizar en un sentido o en otro las afirmaciones de Wolf y tener más información sobre las relaciones entre agenda mediática y agenda pública. Es oportuno recordar, en todo caso y con Rubio Ferreres (2009: 14), que “la teoría de la agenda setting no estudia propiamente los efectos de los medios a corto plazo, sino de los efectos en tanto consecuencias a largo plazo. Dicho de otro modo, según la teoría del establecimiento de la agenda los efectos no tienden directamente a la determinación explícita e inmediata del comportamiento de la masa, sino más bien a influenciar la forma con la que el público organiza su propia imagen del mundo. Los efectos de la agenda setting son, por tanto, efectos cognitivos, puesto que influyen en los sistemas de conocimiento que la audiencia asume y estructura establemente. Por esto no se trata ya de efectos puntuales, sino acumulativos y sedimentados temporalmente”. Por tanto, más que decantar conclusiones sobre la incidencia de una agenda sobre la otra, podremos observar desde dónde parten ambas, la mediáti-ca y la pública, en los mismos plazos. Así lo entiende entre otros Andréu Abela (2008), que analizó la incidencia a lo largo de 7 años de los titulares de El País y El Mundo en las respuestas dadas en el CIS sobre los principales problemas.

Respecto a la participación de mujeres, se toma como referencia el más actual de los estudios que contiene una variable al respecto (Consell de l`Audiovisual de Catalunya, 2019). En su informe sobre pluralismo durante la campaña electoral de las elecciones generales (12-24 abril 2019), el CAC constata en La 1 un 86,7% de tiempo de intervención de hombres en informaciones sobre la campaña electoral y un 13,3% de tiempo de intervención de mujeres (2019: 101), un dato prácti-camente idéntico al de Telecinco –86,9% frente a 13´1% (2019: 117)–, Antena 3 –un 86,2% de tiempo de intervención para hombres y un 13,8% para mujeres (2019: 133)– y La Sexta –un 86,3% para hombres y un 13,7% para mujeres (2019: 152)–. Atendiendo a las informaciones relacionadas con las elecciones, el tiempo de intervención de las candidatas fue el 32,7% en La 1, 31,3% en Telecinco, 21,4% en Antena 3 y 24,6% en La Sexta, apreciándose diferencias entre cadenas, pero quedan-do todas también lejos de la paridad.

2. Método

Se han elegido dos programas representativos del género de la tertulia política en la televisión española actual. Los dos comparten horario (generalmente desde las 11.20 hasta las 14.15 horas, excepto en días especiales, que comienzan antes) y registran audiencias muy superiores a la media de sus respectivas cadenas: La Sexta para Al Rojo Vivo y Cuatro para Las Mañanas de Cuatro. De hecho, es habitual ver a Las Mañanas de Cuatro como el programa de mayor share de su cadena3,

3 Tomando al azar dos días analizados –uno de cada mes–, el 23 de octubre de 2017 observamos que tanto Al Rojo Vivo (16,1%) como Las Mañanas de Cuatro (11,2%) fueron los programas líderes en cuota de pantalla de sus respectivas cadenas, obteniendo más del doble que la registrada ese día por La