52 | 29, pp. 43-60 | doxa.comunicación

julio-diciembre de 2019

Las demandas a la RAE sobre el sexismo del diccionario: la repercusión del discurso mediático

ISSN: 1696-019X / e-ISSN: 2386-3978

[…] Ninguna se alza con el mérito de estar cambiando la Academia desde dentro, pero admiten haber plantado una semilla entre sus colegas hombres. Aunque sus prioridades varían, no se quejan del relevo masculino de Ana María Matu-te porque todas coinciden en que la RAE avanza hacia la paridad sin imposiciones. Pero hay un cambio que les parece imperioso: eliminar la herencia misógina de las palabras.

Las opiniones seleccionadas de dos de las académicas son muy relevantes, pues ambas asumen “la tradición misógina”. Dice Carme Riera: “Mi proyecto ideal dentro de la RAE sería limpiar y darle un esplendor muchísimo más feminista al len-guaje”, “eliminar la herencia misógina del lenguaje debería ser una de las prioridades de la Academia”, “no se puede decir que la RAE en estos momentos sea misógina”, “La revisión de los términos machistas ayudaría entonces a demostrar que defendemos un lenguaje moderno, alejado del siglo XII”. También cree que es una prioridad extensible a las ocho académi-cas: “Nosotras estamos más concienciadas porque somos mujeres y tenemos las antenas abiertas a todo lo que tiene que ver con el sexismo lingüístico”.

Soledad Puértolas, además de admitir la herencia misógina del diccionario (“Hay hombres más interesados en eliminar la herencia misógina de la RAE que algunas mujeres”), hace una crítica sobre la institución, “que se ha mantenido siempre muy al margen de la sociedad”, lo que la convierte “en un templo arcaico y elitista”.

Como contrapunto, se publican artículos en los que los académicos varones defienden el diccionario. El argumento más repetido es que la Academia “no puede ser políticamente correcta” (ejs. 48-52), pues, de serlo, como dice el escritor mexi-cano y académico González Cerolio, caería en una “imposición poco científica y poco rigurosa”; criticar a la Academia por incluir en sus diccionarios acepciones consideradas deplorables es “como culpar al señor Richter de los terremotos”. Si los hablantes utilizan la expresión sexo débil, la Academia no puede eliminarla por razones de corrección política, “porque sería un atentado al rigor científico que ha de aplicarse a cualquier obra académica”. La Academia “registra lo que los ver-daderos dueños de la lengua dicen y consideran normal”, es decir, lo que es “usual, algo natural, acostumbrado”:

Gonzalo Celorio asegura que la Academia “no puede ser políticamente correcta” (EFEMéxico, 21-IV-17).

En cualquier caso, la campaña sobre sexo débil no solo pasó de las redes sociales a los medios de comunicación y se convir-tió en un asunto panhispánico, sino que hizo también que saltaran las alarmas en el ámbito político y que algunos partidos emprendieran acciones; de hecho, se iniciaron los trámites de una propuesta de resolución para que el Govern pidiera tanto al Institut d’Estudis Catalans (IEC) como a la RAE la retirada de la polémica acepción:

El Parlament pedirá que la RAE y el IEC retiren ‘sexo débil’ de sus diccionarios (lavanguardia.com, 15-V-17).

En cualquier caso, de lo que no cabe duda es del papel determinante de las redes sociales en este asunto, pues seis meses más tarde, la campaña de change.org vuelve a ser noticia por las firmas que sigue sumando10:

La campaña para cambiar la definición de ‘sexo débil’ supera las 159.000 firmas. La petición, promovida en febrero por una joven de Huelva, suma en los últimos días 4.600 solicitudes de media (elpais.com, 28-XI-17).

El 24 de marzo de 2017, María Montero, locutora en el programa de radio El Quinto Elemento (Tenerife), inicia otra campa-ña de Igualdad (#Yosoyunamujerpública) en change.org, solicitando firmas para que la RAE modifique en su diccionario el

10 El 24 de mayo sumaba 195. 866.