56 | 29, pp. 43-60 | doxa.comunicación

julio-diciembre de 2019

Las demandas a la RAE sobre el sexismo del diccionario: la repercusión del discurso mediático

ISSN: 1696-019X / e-ISSN: 2386-3978

“Es la realidad la que moldea el nuevo diccionario, la RAE no hace ideología”. El catedrático y académico Salvador Gutié-rrez explica los criterios que han alumbrado la obra de la Academia (diariodeleon.es, 26-X-14).

La RAE: “El Diccionario no puede ser políticamente correcto, la lengua sirve para amar e insultar” (20minutos.es, 31-VII-11).

El director de la RAE no cree en “un diccionario políticamente correcto” (diariovasco.com, 14-III-12).

La RAE cree que un diccionario “políticamente correcto” es inadmisible (laopinioncoruna.es, 22-XII-13).

Villanueva: “La RAE nunca hará un Diccionario políticamente correcto(larazon.es, 23-I-15).

Darío Villanueva: “El diccionario nunca será políticamente correcto, porque la lengua tampoco lo es” (vozpopuli.com, 23-IV-17).

El segundo argumento es que la RAE no tiene potestad, como argumenta el académico Javier Marías en la siguiente columna:

Andanadas contra el diccionario. La Real Academia Española recibe peticiones de supresión de acepciones o términos en su ‘Diccionario’, pero carece de potestad para prohibir nada (elpais.com, 11-VI-17).

Coincide que en los artículos en los que los académicos (u otra persona de reconocida autoridad en lo lingüístico) dan su opinión a título personal, las estrategias discursivas se alejan de lo racional para incidir en lo emocional, de forma que los recursos retóricos empleados son prácticamente los mismos: utilización del argumento ad hominem, disfemismos, ironía (“Muy completo y muy útil iba a quedar el DLE si se hiciera caso a todas las exigencias quisquillosas”), hipérbole y empleo de un lenguaje apocalíptico (apoyado, con frecuencia, en la falacia del efecto dominó o pendiente deslizante):

[…] lo cierto es que los inquisidores actuales desean versiones expurgadas del Diccionario. Imagínense si se les obede-ciera: unos lo querrían limpio de obscenidades y palabrotas, otros de sacrilegios e irreverencias, otros de machismos y “sexismos”, otros de términos como “tullido” o “lisiado”. Otros de “gordo” y “chaparro”, no digamos de “enano” y “gigante”. Otros de “ciego”, “sordo” y “cojo”. Muy completo y muy útil iba a quedar el DLE si se hiciera caso a todas las exigencias quisquillosas (elpais.com, 11-VI-17).

5. Conclusiones

Desde principios de los 80, la Academia lleva recibiendo presiones desde distintos colectivos que denuncian el que apa-rezcan determinadas palabras o definiciones en el diccionario académico que consideran peyorativas. Gran parte de las críticas que ha recibido el diccionario académico tienen que ver con acepciones consideradas sexistas. Aunque cada cierto tiempo la prensa ha dado cuenta de alguna demanda de este tipo, en los últimos años han aumentado considerablemente las noticias en este sentido, y, sobre todo, el debate generado en torno a ellas; esto se debe a que las versiones en línea facili-tan las consultas del diccionario, pero, sobre todo, al fenómeno de las redes sociales, que hace virales las polémicas, hecho que las convierte en noticia periodística.

Tradicionalmente las demandas al diccionario académico han partido de colectivos (asociaciones, partidos políticos, etc.) que alertaban a través de los medios de comunicación de las acepciones que sentían como discriminatorias, así ha ocurri-do con las definiciones de femenino (‘débil o endeble’) y de jueza (‘mujer del juez’); sin embargo, en 2017 las dos denuncias con más repercusión (sexo débil, ‘conjunto de mujeres’, y mujer pública, ‘prostituta’) son particulares, realizadas a través de las redes sociales y por parte de gente anónima, cuyas demandas se han hecho virales; en 2018, a la polémica de las redes