Comunicacions a congressos

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    UAO
    Orden y desorden en la vida política2008-04-21T08:43:52Z

    La tradición filosófica clásica y medieval nos proporciona las claves para desplegar el concepto de orden político, especialmente a través de Aristóteles, quien, con su insistencia en la necesidad de combinar prudencialmente la unidad y la pluralidad, evita tanto la tendencia monista de Platón como la tendencia relativista de los sofistas. Las principales exigencias del orden en la vida política son: el reconocimiento de un bien común objetivo como bien moral social; el respecto a la legítima pluralidad social en que cada cuerpo intermedio buscando su fin particular aporta algo valioso al conjunto de la sociedad; la afirmación de la solidaridad humana universal sin menoscabo del recto amor hacia la propia patria y los deberes que emanen de tales solidaridad y amor. Que no se alcancen estos tres puntos totalmente no significa que reine el desorden sino que, herida por el pecado original, la naturaleza humana queda limitada y debilitada. De ahí la importancia de las medidas político-legislativas, que pueden ayudar al hombre a enfrentarse al desorden en la medida en que sean ordenaciones auténticamente racionales. Sin embargo, el mundo moderno, en la misma medida en que es anticristiano, es inspirador de algo más que un mero déficit de orden. Es inspirador de una política del desorden donde el objetivo principal consiste básicamente en destruir el orden natural, especialmente en la medida en que este orden natural nos recuerda la existencia de un Dios creador. El análisis del caso español pone de manifiesto gran cantidad de ejemplos de cómo detrás de una legislación y un gobierno autodenominados ‘progresistas’, se esconde una voluntad tácita o expresa de destruir la naturaleza humana y jugar a ser nuevos demiurgos. Frente a esa política del desorden, emerge la necesidad de reconocer el fundamento teológico del orden político.