doxa.comunicación | 31, pp. 403-419 | 405

julio-diciembre de 2020

Soledad Chavez Fajardo

ISSN: 1696-019X / e-ISSN: 2386-3978

del Cono sur, entre otros). A su vez, se hace uso de los bancos de palabras oficiales españoles, los que suelen ser los que provee la RAE, o bancos como los que aporta la Hemeroteca digital. En casos en donde no haya algún tipo de información concluyente o definitoria, o haya alguna laguna que sea necesario comprobar, se hará uso de una serie de fuentes que nos provee la romanística o la hispanística internacional, entre otros espacios. Es decir, páginas que universidades internacio-nales, así como proyectos y centros de investigación financien para que los resultados estén a la mano del investigador o curioso. Por el modus operandi de la lexicología histórica, muchas veces la bibliografía revisada y citada no es actual, pero esto no implica que la investigación en esté desactualizada, para nada. Al contrario, la lexicología histórica requiere, las más veces, del examen exhaustivo de la bibliografía general respecto al uso y competencia de dicha voz, por lo que es de absoluta necesidad acudir a este tipo de referencias.

2.1. Etimología: un caso de interferencia

Un caso interesante dentro del quehacer etimológico es cuando, dentro de ese conflictivo cajón de sastre que es la etimo-logía popular, se da con la clave de esta, que podría ser la similitud en la forma o fondo (o forma y fondo) de las voces en jaque. De esta similitud se produce lo que se conoce en semántica histórica como interferencia asociativa fonética (cfr. Kany 1962: 203-204), en donde se genera un intercambio de sonidos y sentidos entre dos voces. Por lo general, los etimó-logos achacan falta de atención de los hablantes o, muchas veces, el desconocimiento del significado de la palabra, sobre todo de palabras extranjeras, dialectales, arcaicas o que puedan parecer extrañas al hablante.

2.1.1 Es lo que encontramos, de hecho, en baza, que se entiende como la Conjunto de cartas que en ciertos juegos de naipes recoge quien gana la mano (DLE); o ganar un jugador una mano y llevarse todas las cartas de los jugadores (DUE); o el hecho de tener la carta con más valor en la jugada (DEA) o todo el conjunto de naipes que se utilizan en cada jugada (CLAVE). Esto, a su vez, en la transición semántica de la voz derivó en toda una operación bien calculada (DEA) o una cosa que permita una ventaja o beneficio (DLE, DUE) o beneficio o pérdida (DEA).

2.1.2 En el Diccionario de Chilenismos y de otras voces y locuciones viciosas, que el sacerdote diocesano Manuel Antonio Román publicó entre 1901 y 1918 encontramos la siguiente pregunta respecto a la locución adverbial sentada esta baza o sentada la baza: “¿cómo es que el Dicc. le cuelga a esta voz la loc. Sentada esta baza, o la baza, que interpreta “sentado este principio, o el principio; esto supuesto”? ¿No está aquí baza bramando de verse escrita con z, pues solo con s es como significa “principio y fundamento de cualquier cosa”?” (1901-1908: s.v. base o baza). La actitud crítica de Román ante la RAE derivó, al desglosarlo, en un interesante caso de peritaje etimológico.

2.1.3 Justamente, al indagar en la historia de la diccionarización de baza, vemos que, más que una aparente errata acadé-mica encierra un interesante caso de posible cruce homonímico. En efecto, Covarrubias (2006 [1611]) en el artículo basa agregó, como segunda acepción:

Basas, en el juego, son las cartas ganadas, las cuales van haciendo fundamento sobre la primera, de do tomaron el nombre. Cuando uno se lo habla todo, sin que otro alguno de los circunstantes pueda decir su razón, comúnmente se dice del tal, que no dejó hacer baça a los demás aludiendo al juego de las baças. (s.v. basa).