doxa.comunicación | 31, pp. 403-419 | 413

julio-diciembre de 2020

Soledad Chavez Fajardo

ISSN: 1696-019X / e-ISSN: 2386-3978

en Colombia como en Chile se ha dicho también balduque, lo que se acerca más a la casi cierta etimología. Entre otros usos, sirvió este cuchillo para matar y descuartizar reses: en este caso podría reemplazarse por el castizo jifero. (1901-1908)

7.2. Los primeros testimonios de esta voz se dan prácticamente en toda Hispanoamérica desde una etapa temprana. Una vez más el Léxico Hispanoamericano (LHA) nos ayudó para corroborar las primeras dataciones: 1549 para México (Proto-colos de Puebla de los Ángeles, Boyd Bowman); 1559 para Bolivia (Historia de la villa imperial de Potosí, Arzáns de Orsúa y Vela, Boyd Bowman); 1581 para Guatemala (Archivo documental centroamericano, Boyd Bowman); 1626 para Chile (His-toria del tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en Chile, Medina, Boyd Bowman); 1638 para Colombia (Juan Rodríguez Freyle, CORDE), todas como cuchillo de belduque.

7.3. La voz, tal como informa Román, fue usual hasta el Chile decimonónico. Esto nos lo corrobora Gormaz (1860), quien enmienda un berduque por balduque. Cuervo, desde la primera edición de sus Apuntaciones, propone el étimo de la voz (1867-1872: §732) hasta confirmarlo en las ediciones posteriores. Asimismo, da cuenta de la extensión de la voz en Hispa-noamérica: “desde México a Chile” (1907: §656). Rodríguez (1875) para Chile, Uribe (1887) desde Colombia y Echeverría y Reyes (1900) para Chile son los únicos que rastreamos nosotros dentro de la tradición lexicográfica hispanoamericana. García Icazbalceta (1899) para México hace referencia a que la voz está en desuso, dentro de la norma culta y que “Hoy solo el pueblo usa esta voz”.

7.4. La voz fue incorporada en el diccionario usual de 1925 con las marcas diatópicas de Colombia, Chile y México; jus-tamente, porque la voz había aparecido en algunos de los repertorios lexicográficos de estos países. Sin embargo, en la mayoría de estos autores hemos constatado que la voz está en desuso o está restringida a determinados espacios. Por ejemplo, Yrarrázabal (1945) propone que belduque, en Chile, se elimine del diccionario usual por no tener uso en el país y Morales Pettorino (1984) lo marca como desusado. La mantención de las marcas diatópicas es irregular dentro de la tradición lexicográfica más actual. Por ejemplo, Malaret, en la tercera edición de su diccionario (1946), descarta Colombia y solo deja México y Chile.

7.5. La tradición académica usual descarta en la edición de 1956 la marca Chile; en la de 1992 la de México, la que retoma en la edición de 2001 hasta la fecha. El Diccionario de Americanismos (DA) da cuenta de la voz para México y Colombia, pero para ambos obsoleto.

7.6. Un último dato que queremos presentar y que invita a seguir investigando por el destino y usos de belduque es lo que encontramos en Fernández (1900), quien informa que, para Chile, se dio la transición semática “débil, enclenque, apo-cado” y da, para ello, la autoridad del escritor Daniel Barros Grez (autor costumbrista del xix y uno de los fundadores del teatro chileno). Dicha transición no prosperó, porque no ha tenido vigencia alguna en los repertorios lexicográficos de chilenismos y no hemos dado con ella en nuestra búsqueda. Como se puede comprobar, una voz, en este caso histórica o desusada, requiere el constante trabajo filológico de cotejo, sobre todo para cerciorarnos de que esta voz tiene dicha tipología diacrónica. Por ahora, y dentro del tópico que nos convoca, solo nos queda insistir en la ayuda que puede dar un sitio en internet como lo es el Léxico Hispanoamericano (LHA), el que ha sido fundamental para poder trazar esta diacronía.