doxa.comunicación | 31, pp. 341-360 | 345

julio-diciembre de 2020

Lucia Ballesteros-Aguayo y Francisco Javier Escobar Borrego

ISSN: 1696-019X / e-ISSN: 2386-3978

Chamizo, en síntesis, considera los eufemismos y disfemismos como ejemplos particulares de metáforas en virtud de las cuales se produce una transferencia de propiedades de una cosa a otra que no la posee, pero su empleo masivo tiende a una modificación léxica que crea de esta suerte campos semánticos y familias de palabras. De modo similar a lo que su-cede en el proceso de la creación literaria y poética cuando en el marco de la poiesis el escritor o el poeta intenta expresar lo inefable recurriendo a la creación de metáforas, ocurre con el eufemismo, aunque desligado de su aspecto estético.

Además Chamizo (2004: 45) destaca la primacía del uso para la perpetuación del eufemismo:

El que una palabra dada (o una expresión, en su caso) sea sentida por los hablantes como un eufemismo o como un disfemismo no depende de la palabra en sí, sino del contexto, del uso que se haya hecho de dicha palabra o de las intenciones de los hablantes.

Chamizo, en particular, afirma que la falta de cooperación puede dar lugar a chistes o variadas formalizaciones literarias a partir de un manifiesto proceso de ficcionalización. Sea como fuere, partiendo de tales análisis nos interesa destacar una característica axial por ser verdaderamente relevante para nuestro objeto de estudio: la cooperación necesaria de los hablantes.

Por otra parte, examinamos la triple clasificación propuesta por Chamizo (2004: 46) a propósito del origen de los eufemis-mos: novedosos, semilexicalizados y lexicalizados.

Los primeros, llamados eufemismos novedosos son aquellos que se crean “en un momento dado sin que pertenezca a ninguna red conceptual previa y sin que fuera predecible a priori, pero que, sin embargo, es comprendido por los oyentes que conocen el contexto en que se ha creado”.

Los segundos, semilexicalizados, son los que han entrado a formar parte del acervo de una lengua y “es utilizado y com-prendido como tal de forma habitual por los hablantes de una lengua, pero en el que es posible aún distinguir el signifi-cado literal y el significado eufemístico de un término o de una colocación”.

Por último, los eufemismos lexicalizados o “muertos” son “aquéllos para los que los hablantes han perdido la conciencia de su origen eufemístico porque se ha perdido la conciencia del significado literal original de la palabra en cuestión”.

Consideraremos en este estudio solo los dos primeros y dejaremos para otro trabajo de investigación los eufemismos lexicalizados, puesto que los eufemismos incluidos en nuestro análisis se encuentran en proceso en medio de la crisis sanitaria que hoy aún padecemos.

En resumidas cuentas, para que un eufemismo se lexicalice precisa de una perspectiva histórica y de la necesaria coope-ración de los hablantes.

1.2. Juegos lingüísticos

Cualquier hablante tiene integradas o incorporadas en su mente tanto las reglas de formación de oraciones como las propiedades de su significado correspondiente. Ahora bien, pueden intervenir, a modo de contrapunto, condicionan-tes extralingüísticos que favorezcan, en contraste, una ejecución desviada de la norma provocada por creencias, por la estructura cognoscitiva del hablante e incluso por mermas de la memoria. Chomsky (1975, 1992), en concreto, parte de