doxa.comunicación | 31, pp. 303-314 | 305

julio-diciembre de 2020

Carmen González Gómez

ISSN: 1696-019X / e-ISSN: 2386-3978

social, ligado a la defensa del estado de bienestar. Durante la Transición, el diputado socialista Solé Tura –padre de la Constitución de 1978– pedía terminar con el eufemismo del Estado español y recuperar la voz España:

“España no es una invención, no es un artificio histórico; es una realidad forjada por la historia (…) pero España está ahí y hay que terminar con el eufemismo de designar esto con el nombre de Estado español. (…) España es una realidad multiforme, pero es una realidad y es tarea de todos hacer que, incluso sus propios símbolos sean reconocidos como tales” (citado en De Santiago, 1992: 199).

En la misma línea se manifestaba Peces Barba –exdiputado socialista y padre de la Constitución– en un artículo publicado en El País en el año 2011 cuando contraponía el verdadero patriotismo, “el que debe adornar a los buenos ciudadanos”, con el patriotismo rancio y sentimental:

“Se debe descartar el patriotismo rancio y sentimental característico del pensamiento conservador y reaccionario español y también el patriotismo selectivo de un fragmento de Estado, como el que defienden en Cataluña y en el País Vasco los nacionalistas radicales, que no aceptan la idea de una España fundidora e integradora”2.

La distinción descansa en los conceptos propuestos por Staub (1997): blind patriotism (patriotismo ciego) y constructive patriotism (patriotismo constructivo). El primero se caracteriza por apoyar de manera incondicional a la patria y por una lealtad superficial a los símbolos de la nación; el segundo, en cambio, aflora cuando hay una conciencia crítica y un senti-miento identitario de pertenencia a un grupo por el cual se debe velar. En cualquiera de los dos casos se concibe la nación como una comunidad imaginada, en la que la mayoría de los individuos no se conoce ni se conocerá jamás, pero se siente englobada en el mismo proyecto colectivo (Anderson, 1993). El patriotismo ciego, no obstante, es más chovinista, consis-te en una exaltación irracional de los símbolos del país y, en este sentido, se identifica más con la postura tradicional del nacionalismo (Olloqui, 2016). El patriotismo constructivo, en cambio, se aleja de esta idea, concibe la comunidad como una asociación de individuos cuyos derechos y libertades se deben salvaguardar (Huddy y Khatib, 2007).

En España, el intento de articular un patriotismo constructivo corresponde a Unidos Podemos. La formación ha tratado de vincular la defensa de la patria con la de los derechos sociales y el estado de bienestar. Esta estrategia ha supuesto un viraje dentro de la tradición política española, donde el campo semántico se asociaba con el discurso conservador.

Según el análisis de Franzé (2017), el intento de apropiación de la noción de patria aparece ya en el 2014. La primera eta-pa de la formación (20142015) se caracteriza por una impugnación del sistema político heredado de la Constitución de 1978, asociado con las oligarquías, la dictadura y una visión retrógrada del país. Se hace hincapié en este momento en la dicotomía arriba abajo y en la existencia de una clase política y económica que vive ociosa a costa de la clase trabajadora: “la casta”.

Este discurso se modera a partir de 2015; el blanco de críticas ya no es el texto constitucional de 1978, sino más bien el sistema neoliberal que amenaza los derechos sociales (Franzé, 2017: 231). Aunque el discurso que elabora la formación ya no es tan contundente, la defensa de la patria y el intento de articular un eje arriba abajo siguen presentes en su an-

2 Disponible en: https://elpais.com/politica/2011/11/10/actualidad/1320951981_599810.html [Última consulta: 16/06/2020].