doxa.comunicación | nº 28, pp. 201-221 | 217
enero-junio de 2019
Estibaliz Linares Bahillo, Raquel Royo Prieto y María Silvestre Cabrera
ISSN: 1696-019X / e-ISSN: 2386-3978
contra las chicas y contra los adolescentes que no responden a la heteronormatividad. La investigación es exploratoria y no admite generalizaciones, pero los resultados obtenidos permiten constatar como tendencias: un mayor acoso sexual y sexista en las redes hacia las mujeres y un paralelismo entre las formas de violencia machista y las ciberviolencias. En estas violencias se aprecian relaciones de poder, posiciones asimétricas y masculinidades hegemónicas y heteronormativas, desde las que se legitiman y normalizan determinados comportamientos y violencias.
Para visibilizar y desmontar estas formas de agresión en las redes es importante llevar a cabo un análisis con perspectiva de género, que atienda e identifique las diferentes formas de la violencia de género y permita entender la fundamentación y el origen las formas de acoso, y, así poder visibilizar los riesgos inherentes y constatados en esta investigación, que pre-sentamos a continuación:
Los resultados del estudio nos sitúan ante un panorama desigual, en el que las chicas consultadas, se sienten y se per-ciben como presas y cautivas del machismo, y los chicos promueven estas situaciones desde “la diversión”. Las chicas se adentran en este espacio desde una posición inferior (impuesta) y con el riesgo de ser insultadas y denigradas (Go-bierno Vasco, 2013; INJUVE, 2011). Los resultados muestran que existe un encarcelamiento simbólico-cultural de la sexualidad femenina; las adolescentes consultadas se sienten y se hacen esclavas de su propia sexualidad. Se atribuye una responsabilidad individual a la víctima (ámbito privado) sin percibir que es un problema social (ámbito público).
Se observa la normalización de determinados contenidos pornográficos hetero-dirigidos, sobre todo por parte de los chicos, como herramientas auto-didácticas y como referentes para valorar y proyectar su propia sexualidad.
Se constata que la exposición por parte de las chicas de una sexualidad libre, supone su despersonalización y su cosifi-cación como objeto erótico (De Beauvoir, 1949; Lagarde, 1990; Megias y Ballesteros, 2014). En la exposición de relacio-nes sexuales de una pareja heterosexual, el grupo solo penaliza y estigmatiza a la chica a través de acusaciones, repro-ches y juicios que trascienden a formas de acoso también en el mundo offline. Los cuerpos de las chicas se convierten en territorios de dominación y las ciberviolencias contra ellas suponen un ejercicio de control y de mantenimiento del orden social de género. Esa objetivación de las corporalidades femeninas, que son evaluadas y tratadas obviando su humanidad, incide en la valoración que las chicas hacen de sí mismas y en sus niveles de confianza.
Existen ciberviolencias contra personas que subvierten la heteronormatividad. Se han encontrado otras formas de ciberacoso sufridas por las identidades no-normativas, y que precisan de atención y análisis, por lo que es necesario hablar de (ciber)violencias machistas, para poder aglutinar las diferentes formas de agresión que sufren tanto las mu-jeres (por el hecho de serlo) como las personas que rompen la normatividad.
La investigación ha permitido visibilizar y analizar cómo las chicas y chicos adolescentes utilizan las redes sociales y cuál es su respuesta ante los casos de ciberviolencias machistas y cómo los interpretan. No queremos finalizar esta última re-flexión, sin mencionar que existen investigaciones que reconocen que en el uso de las redes sociales también se generan ámbitos reivindicativos y sumamente potentes para la transformación social e identitaria (Haraway, 1991; Plant, 1998; Turkle, 1997; Zafra, 2005b). Las redes sociales y las TRIC no deben comprenderse únicamente como elementos dañinos y reproductores de esquemas tradicionales, sino también como herramientas estratégicas para combatir estas formas de ciberviolencia.