doxa.comunicación | 31, pp. 251-264 | 261

julio-diciembre de 2020

Francisco Manuel Carriscondo-Esquivel y Amina El-Founti Zizaoui

ISSN: 1696-019X / e-ISSN: 2386-3978

implica, por parte de los que la sufren, una cierta complicidad”. Advertía Martín Rojo (1997: 24) que los prejuicios lingüís-ticos conducen a una deslegitimación de los discursos basada en excluir “lo que se dice y a quien lo dice, sobre la base de cómo lo dices”. Y es así como detectamos, en hablantes andaluces, comentarios que comulgan con el tópico de que en Andalucía se habla un mal español:

[L]os andaluces tenemos acentos graciosos (Libertad Digital, 29.11.2011).

[L]os andaluces hablamos mal pero tampoco hay que vanagloriarse de ello (El Mundo, 01.08.2017).

El andaluz es un dialecto, un dialecto oral (escribir escribimos como el resto de hispanohablantes). Por supuesto que al ser un dialecto se puede transcribir, pero se transcribe al castellano (El Mundo, 01.08.2017).

Finalmente, hemos advertido la presencia de comentarios que, además de recriminar el andaluz, desprecian a los ha-blantes de otras variedades que también sufren acoso, en este caso por ser de comunidades autónomas donde se habla una segunda lengua oficial (gallego, euskera y catalán). Los especialistas han señalado la asimetría existente en España en cuanto al tratamiento sociopolítico de las lenguas cooficiales. En las comunidades monolingües parece no haber un aprecio por las lenguas de España y, como ha comentado Ángel López García-Molins (2012:173), las lenguas autonómicas son allí consideradas extranjeras. Y en este grupo se incluyen los andaluces. Esto es una muestra de cómo las víctimas muchas veces se convierten en verdugos y buscan nuevos sujetos para seguir llevando a cabo la opresión (Tusón 1996: 56). De este modo, podemos leer opiniones como las siguientes:

[Q]ue me diga como tiene que hablar un andaluz, nos lo diga un catalán... jajajajaja. Si no se les entienden, siempre con la papa en la boca (El Mundo, 01.08.2017).

A también me hacen gracia (sana) oir a un vasco, catalán, madrileño, gallego o murciano (Libertad Digital, 29.11.2011).

[E]l gallego […] suena como castellano ‘mal hablado’ (El País, 01.08.2017).

En España nos hemos descojonado de los gallegos, de los vascos, de los catalanes, de los de Madrid, de los extremeños por sus acentos (El País, 01.08.2017).

En Andalucia se habla andalù... ya puedes empezar por decirle a los gallegos, asturianos, catalanes etc., etc. que hable castellano (El País, 01.08.2017).

2.3.3.2. La opinión autorizada de los especialistas

Solo de una intuición lingüística pueden emanar determinadas creencias, positivas o negativas, sobre una lengua o una de sus variedades. En un trabajo reciente, Carriscondo Esquivel (2019: 210-213) ha expuesto los contraargumentos con los que los columnistas tratan de minimizar los efectos de aquellas creencias y actitudes que, en lo referente al andaluz, constituyen un imaginario lingüístico negativo (vid. Houdebine, 2002). Para ello se basó en los trabajos de Luis Cortés Rodríguez, catedrático emérito de Lengua Española de la Universidad de Almería, ya que (1) posee un amplio repertorio de publicaciones académicas especializadas sobre los temas que trata de divulgar en sus textos periodísticos; (2) en dicha producción se comprueban los rasgos definitorios del subgénero periodístico denominado columnas sobre la lengua (vid. Marimón Llorca, 2016: 72-74, 2018: 174-176); y (3) posee un corpus consolidado de muestras textuales, de tal manera que,