262 | 31, pp. 251-264 | doxa.comunicación

julio-diciembre de 2020

Dos calas en el discurso del odio al andaluz, de la tradición libresca a la prensa digital

ISSN: 1696-019X / e-ISSN: 2386-3978

tras la publicación de sus columnas en un medio regional (La Voz de Almería), decide reunirlas todas bajo un mismo título (vid. Cortés Rodríguez, 2011, 2013 y 2019).

Los contraargumentos con los que trata de minimizar el imaginario lingüístico negativo que se cierne en torno al andaluz –procurando reproducirlos literalmente y estableciendo un orden jerárquico, de lo general a lo particular– son los siguien-tes: (1) no hay acentos mejores ni peores (03.02.2009); (2) hablar bien no depende de la variedad (01.02.2010, 29.11.2010); (3) hablar bien depende de la riqueza y la adecuación léxica, de la forma de conectar los actos discursivos, de la manera de manejar las pausas, etc. (01.02.2010); (4) el andaluz no es un atentado contra el español correcto (01.02.2010); (5) en Andalucía no existe un habla única (01.02.2010); (6) como en cualquier otra variedad, existe un buen y un mal andaluz (01.02.2010); y (7) existe una clara vocación internacional de las hablas meridionales (15.08.1993 y 01.02.2010). Contraar-gumentos como el tercero formarían parte de los denominados comunicativos, si bien algunos de ellos se aproximan a apreciaciones impresionistas; por ejemplo, al calificar la morfosintaxis meridional de más pura, reglamentada y correcta (13.12.2010) o que el andaluz, “cuando es un buen andaluz, suena maravillosamente” (01.02.2010).9

3. Conclusiones

En estas dos calas (desde la tradición libresca hasta la prensa digital) y en nuestra clasificación del discurso del odio al andaluz en todas las manifestaciones detectadas y sus usos instrumentales (desde la inocencia disfrazada hasta la desca-lificación del adversario político), creemos haber aportado algo más que una simple acumulación de datos, dentro de los síntomas de saturación que ya comienza a percibirse, tanto en los temas como en las muestras que sirven de evidencia empírica. Permítasenos manifestar ahora, al final del trabajo, nuestro pesimismo a la hora de superar esta archiconocida estereotipación, rayana en el estigma. Si los expertos no han podido ni siquiera mitigarla en su labor periodística divulga-tiva, mucho menos, pensamos, vamos a poder hacer nosotros por medio del discurso especializado en un contexto aca-démico. Los comentarios de los lectores de los medios de comunicación digitales atestiguan la vigencia del discurso del odio al andaluz. Acabamos igual que al inicio, con la mención a otro principio fundamental de la estadística: si la muestra es representativa, se puede predecir el comportamiento de los datos que surjan en el futuro. Pese a todo lo comentado, no nos cansaremos de apelar a la justificación social de la investigación realizada por aquellos que se acerquen a estos asuntos, con el deseo de que la divulgación, la sensibilización o la explicación científica de la realidad sirvan algún día para contrarrestar los efectos negativos, arañándole poco a poco terreno a los dominios del tópico.

9 El uso de estos argumentos trascendería el propósito de prestigiar el dialecto y convencer a los hablantes del idéntico estatus en que se sitúa la variedad vernácula frente a otras más prestigiosas (vid. Marimón Llorca, in press: 18). La cuestión de los acentos remite directamente al nivel fónico. Y, al respecto, no se impone una pronunciación ejemplar, pero goza de mayor prestigio, como se sabe, la castellana.