85 | 27, pp. 81-97 | doxa.comunicación

julio-diciembre de 2018

Medios sociales y la participación política y cívica de los jóvenes. Una revisión del debate en torno...

ISSN: 1696-019X / e-ISSN: 2386-3978

Siguiendo a los tipos ideales de Weber, Dahlberg (2011) plantea cuatro posiciones de la democracia digital cuya clasifica-ción responde a tres elementos: el sujeto democrático, la democracia promovida y las asociaciones democráticas relacio-nadas con medios digitales. Al respecto expone como modelos el liberal-individualista, deliberativo, contrapúblico y el marxista autonomista. En los dos últimos, el autor ve la tecnología de la comunicación como el avance de la democracia radical; en ambos se consideran a las redes digitales como sitios para la lucha y el debate discursivo con desafíos que, en el caso de lo contrapúblico, fortalece a los grupos alternativos marginados u oprimidos; una visión que contrasta en primer lugar, con el modelo deliberativo basado en un debate encaminado al consenso; y, en segundo lugar y con mayor profun-didad, lo diferencia del liberalismo-individualismo sustentado sobre la base de que los medios digitales ofrecen un medio para la efectiva trasmisión de información y opiniones entre los individuos y los artífices de la toma de decisiones.

En esta disgregación terminológica y conceptual, Gil de Zúñiga et al. (2016) diferencia entre cívicas y sociales a las moti-vaciones que suscitan la participación: las primeras se entienden como aquellas que, sin adoptar una naturaleza política, se encaminan a resolver los problemas de una comunidad o de un grupo; mientras que las sociales se refieren a la predis-posición para entablar discusiones sobre determinados asuntos públicos y vinculadas también a la necesidad de obtener información, expresar opiniones y persuadir al resto a través de conversaciones políticas informales.

4. Movimientos sociales y participación en la esfera digital

Gil Moreno (2017) data el surgimiento de los primeros movimientos sociales popularizados a través de las nuevas tecno-logías en la década de los noventa, cuando las revueltas indígenas locales en México se propagan a nivel internacional. El estudio de Velasquez y LaRose (2014) sobre grupos activistas de Estados Unidos muestra la eficacia de la actividad política online, cuya consecuencia directa es la participación de los individuos en acciones conjuntas, aunque con diverso grado de implicación que depende, no obstante, del tipo de acción que se ejerza.

El Movimiento 15-M, en el año 2011, constituye una muestra paradigmática de un alto grado de implicación, hasta el punto de que la opinión pública puso en tela de juicio los pilares tradicionales democráticos de la representación y de la partici-pación electoral. Hernández Merayo et al. (2013), a propósito de este fenómeno popular surgido en España, exponen cómo el uso de las nuevas tecnologías puede conectar horizontal y rápidamente a grupos que evidencian ya cierta predisposición a implicarse, se tiende a borrar las líneas entre lo público y lo privado y se cuestiona la autoridad vigente y la legitimidad de los medios de comunicación tradicionales. Otro ejemplo se advierte en las manifestaciones y protestas en diferentes espacios físicos protagonizadas por estudiantes chilenos para exigir una reforma educativa durante el 2006: ya en esos años sorprendió la rápida trasmisión de mensajes y de convocatorias a través de nuevas tecnologías, que facilitaron el éxito de las protestas y en las que, según Valderrama (2013), fueron claves tres elementos: el alto nivel de organización de los jóve-nes, la horizontalidad en las comunicaciones y, en último lugar y por extensión, la falta de tutelaje político.

Esta relación directa entre la participación offline y la online es también planteada por Borge et al. (2012) que, sobre la base de la teoría de la normalización de Margolis y Resnick (2000), observan que los individuos realizan en el entorno digital las mismas acciones participativas que ya desarrollaban fuera de línea; los medios sociales y, en general Internet, no au-mentan la cantidad de participantes, sino que se refuerza la participación de los que ya se implicaban. Robinson y Phillips