40 | 28, pp. 37-53 | doxa.comunicación

enero-junio de 2019

La importancia de las nuevas tecnologías en la democracia participativa. El caso de la Iniciativa Ciudadana Europea

ISSN: 1696-019X / e-ISSN: 2386-3978

En este contexto, nuestra investigación utiliza la metodología del estudio de caso (Yin, 2009) con el fin de permitir la explo-ración y comprensión de lo mucho que la plataforma se utiliza en las peticiones y su evolución desde la primera vez que fue usada por parte de las organizaciones y los ciudadanos hasta el presente.

En el caso concreto de la ICE, es evidente que la utilización de los medios que ofrecen las nuevas tecnologías ha facilitado y ampliado su utilización. El resultado es una democratización del instrumento en la medida en que la participación ciu-dadana se vuelve más fácil y amigable.

1.1. La construcción democrática europea

Los valores de libertad, democracia y estado de derecho (Bonavides, 2001; Silva y Alves, 2016) son los lemas en los que se basa la construcción europea, tanto en el pasado como en la actualidad, presentes en la Declaración Schuman de 1950 o documentos del momento que trazan los ejes de acción actuales. Además del artículo 2 del Tratado de la Unión Europea (en inglés, TEU), la Comisión (2001) los consagra diciendo que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea garantiza el respeto del estado de derecho, salvaguardado por el mecanismo del artículo 7 del Tratado de la Unión Europea que aborda la vulneración de la democracia, lo que hoy en día está muy en la línea de los problemas políticos de Hungría y Polonia.

Los valores comunes son consecuencia de la historia europea. A pesar de estos valores fundacionales, a menudo se acusa a la UE de un déficit democrático, ya sea en el funcionamiento de las instituciones o en la cuestión del derecho de acceso a los documentos, o incluso en cuestiones actuales relacionadas con la igualdad de género. Consciente de ello, la UE man-tiene su apuesta por una mayor transparencia en los procedimientos, el acceso de los ciudadanos a la información y la creación de mejores mecanismos interinstitucionales (Comisión Europea, 2017c).

Es a través de esta construcción democrática, arraigada en la Convención de Filadelfia de 1787, que puede alcanzase una posible homogeneidad de la UE, basada en la ineludible diversidad de los seis países fundadores, - en la actualidad 28 o 27 países, si consideramos la salida del Reino Unido- a través del mecanismo previsto en el artículo 50 del Tratado de la Unión Europea (en inglés, TEU)

Con la seguridad de ser uno de los valores fundacionales hace ya casi 70 años, la caracterización democrática de la Unión Europea sigue hoy abierta al debate, como mantiene Moury (2016), en aspectos tales como la transparencia en la toma de decisiones, el control de las instituciones o la participación de los ciudadanos en la legitimidad de las dos anteriores. Por ello, no debe ponerse en duda que la Unión Europea es, con toda seguridad, uno de los lugares del mundo donde la demo-cracia y los derechos fundamentales están protegidos de forma muy eficaz (Comisión Europea, 2003). Ya son 60 años de paz en un mundo en el que existen 60 conflictos militares, aunque ninguna de estas guerras se ha producido en el territorio de la Unión, tal y como puso de relieve el Presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker en su discurso pronun-ciado el 25 de marzo de 2017 con motivo del 60º aniversario de los Tratados de Roma que dieron origen a la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom) y a la Comunidad Económica Europea (CEE).

En todos los ámbitos, en todas sus actuaciones, y en sus instrumentos, la UE promueve el valor universal de la democracia y la Comisión (2016) ya está pensando en la Agenda 2030. Las instituciones (Comité Europeo de las Regiones, 2015) son conscientes de estos esfuerzos y ello a pesar de tener su propia geometría de poderes, con frenos y contrapesos que no son sino una traducción de estas preocupaciones así como de las diversas reformas sufridas por las instituciones de la