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Abstract

Una prevención cardiovascular eficiente exige aprovechar todas las oportunidades de contacto de las personas con los Servicios de Salud para la detección de los factores de riesgo modificables (FRV) y estratificar el riesgo cardiovascular global (RCV). Ello implica especialmente a los servicios de Atención Primaria (AP), que deben coordinarse con la Atención Hospitalaria (AH) para poner a disposición de la población todos los recursos sanitarios disponibles. Además, es preciso tener en cuenta la aportación de la Salud Laboral (Medicina del Trabajo) y de las oficinas de Farmacia. Existen se˜nales esperanzadoras respecto a la posibilidad de superar las barreras que limitan el necesario intercambio de información entre los profesionales de AP y AH, como base para una adecuada coordinación entre ambos niveles asistenciales. Ello incluye la implantación de algoritmos de derivación y alta (en esta revisión nos referimos a los relacionados con las dislipidemias) aceptados por los profesionales de ambos niveles y facilitados en la actualidad por la disponibilidad de nuevas herramientas corporativas (móvil, correo electrónico, consulta virtual). El reto radica en aprovechar la oportunidad que ofrecen para hacer efectiva su implementación.

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