Abstract
Los mosaicos de Marko Iván Rupnik logran mostrar la verdad de fe con sencillez, sin embages, pero con toda su hondura. Puede afirmarse que son verdaderos "lugares teológicos". La Sagrada Escritura se convierte en sus teselas "en una especie de inmenso vocabulario de de Atlas iconográfico" (M. Chagall), hasta el punto de que las escenas logran inmortalizar en el instante que reproduce la piedra distintas páginas de la Escritura. La Tradición nutre y suple lo que la letra no es capaz de abarcar. Al mismo la configuración de la obra artística como elemento constitutivo de la Liturgia sugiere e incita al espectador a buscar más allá. Y en esa búsqueda se logra la segunda finalidad de la liturgia: el encuentro personal del hombre con su Dios.