Por favor, use este identificador para citar o enlazar este ítem: http://hdl.handle.net/10637/11235
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dc.contributorUniversitat Abat Oliba CEU. Departament de Dret i Ciències Polítiques-
dc.creatorBelmonte Sánchez, Miguel Ángel-
dc.date.accessioned2008-04-21T08:43:52Z-
dc.date.accessioned2020-07-09T10:50:19Z-
dc.date.available2008-04-21T08:43:52Z-
dc.date.available2020-07-09T10:50:19Z-
dc.date.created2008-01-
dc.date.issued2008-04-21T08:43:52Z-
dc.identifier.urihttp://hdl.handle.net/10637/11235-
dc.description.abstractLa tradición filosófica clásica y medieval nos proporciona las claves para desplegar el concepto de orden político, especialmente a través de Aristóteles, quien, con su insistencia en la necesidad de combinar prudencialmente la unidad y la pluralidad, evita tanto la tendencia monista de Platón como la tendencia relativista de los sofistas. Las principales exigencias del orden en la vida política son: el reconocimiento de un bien común objetivo como bien moral social; el respecto a la legítima pluralidad social en que cada cuerpo intermedio buscando su fin particular aporta algo valioso al conjunto de la sociedad; la afirmación de la solidaridad humana universal sin menoscabo del recto amor hacia la propia patria y los deberes que emanen de tales solidaridad y amor. Que no se alcancen estos tres puntos totalmente no significa que reine el desorden sino que, herida por el pecado original, la naturaleza humana queda limitada y debilitada. De ahí la importancia de las medidas político-legislativas, que pueden ayudar al hombre a enfrentarse al desorden en la medida en que sean ordenaciones auténticamente racionales. Sin embargo, el mundo moderno, en la misma medida en que es anticristiano, es inspirador de algo más que un mero déficit de orden. Es inspirador de una política del desorden donde el objetivo principal consiste básicamente en destruir el orden natural, especialmente en la medida en que este orden natural nos recuerda la existencia de un Dios creador. El análisis del caso español pone de manifiesto gran cantidad de ejemplos de cómo detrás de una legislación y un gobierno autodenominados ‘progresistas’, se esconde una voluntad tácita o expresa de destruir la naturaleza humana y jugar a ser nuevos demiurgos. Frente a esa política del desorden, emerge la necesidad de reconocer el fundamento teológico del orden político.cat
dc.format.extent9 p.ca
dc.format.extent140285 bytes-
dc.format.mimetypeapplication/pdf-
dc.language.isospaca
dc.rightsAquest document està subjecte a una llicència d'ús de Creative Commons, amb la qual es permet copiar, distribuir i comunicar públicament l'obra sempre que se'n citin l'autor original, la universitat i el departament i no se'n faci cap ús comercial ni obra derivada, tal com queda estipulat en la llicència d'ús (http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/es/)cat
dc.subject.otherFilosofia política.ca
dc.subject.otherTeologia política.ca
dc.subject.otherLiberalisme.ca
dc.subject.otherFilosofía política.-
dc.subject.otherTeología política.-
dc.subject.otherLiberalismo.-
dc.titleOrden y desorden en la vida políticaca
dc.typeComunicaciónca
dc.subject.udc32 - Políticaca
dc.centroUniversitat Abat Oliba CEU-
Aparece en las colecciones: Comunicacions a congressos




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