Abstract
El más importante rasgo distintivo de las cajas de ahorros es la obra social. A diferencia del resto de intermediarios financieros, las cajas en la actualidad están obligadas por Ley a destinar sus beneficios, tras sanear el activo y constituir reservas, a la sanidad pública, la investigación, la enseñanza, los servicios de asistencia social y la cultura. Por tanto, en la obra social reside la singularidad de las cajas de ahorros, lo que les hace ser diferentes de otras entidades de crédito, y lo que permite que su actuación trascienda de lo económico a lo social, al recaer esta reinversión de los beneficios en provecho del conjunto de la comunidad. El presente artículo analiza el origen de la obra social de las cajas de ahorros desde la instauración de la primera en nuestro país, la de Madrid, en el año 1838 hasta que ésta se fusiona con el Monte de Piedad de la capital 31 años después. ¿Estuvo institucionalizada la obra social desde los inicios del movimiento de las cajas de ahorros en España?, y ¿a qué tipo de actividades se dirigieron los primeros excedentes de las cajas? son las principales preguntas a las que se trata de dar respuesta en las siguientes líneas.