Abstract
La arquitectura y las ciudades están profundamente ligadas al tiempo, que actúa como un agente transformador constante. Desde el experimento de Overton Down hasta las fisuras de Roma, se resalta cómo el paso del tiempo convierte las obras en ruinas y estas en portadoras de significados. La arquitectura no es estática; es un "retrato del tiempo", un testigo que envejece, transmite mensajes y conserva la memoria de su contexto. Las fisuras, el desgaste y la corrosión son signos del devenir temporal, símbolos del movimiento del mundo. Las ciudades, por su parte, son colages de fragmentos que reflejan tanto su construcción como su destrucción, convirtiéndose en recipientes óptimos del tiempo y en espejos de nuestra propia historia. Finalmente, proyectar en arquitectura es una forma de anticipar futuros posibles, materializando sueños y significados en cada decisión