Abstract
Durante el tercio final del siglo XIX, los ingenieros españoles debaten sobre la forma más adecuada de combatir el problema de las inundaciones que, sin ser excesivamente frecuente, era a menudo causa de graves perjuicios sociales y económicos. Frente a quienes consideran que es preferible conceder ayudas a los damnificados que las padecen, otros consideran que es un viejo problema que conviene resolver por medio de la construcción de embalses que, además, servirán para regular el caudal de los ríos y para crear nuevas superficies de regadíos. Entre estos últimos encontramos al ingeniero Ramón García Hernández, partidario a su vez de intervenciones muy prudentes y meditadas, frente a quienes propugnan la creación de grandes embalses. De la misma forma, ante los proyectos de grandes carreteras se muestra a favor de intervenir en la red secundaria mejorando los viejos trazados, antes de efectuar grandes inversiones en carreteras de la red principal, en unos momentos en los que se extienden por la Península los grandes ferrocarriles. Su actitud, como ingeniero, prudente y económica, unido al valor que concede al paisaje y a la conservación del medio natural, sitúa su pensamiento entre los pioneros del medioambientalismo en España.