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Abstract

El 16 de septiembre de 1992 todo el mundo estaba pendiente de las consecuencias de un tremendo baile de monedas que se había iniciado con un claro deslizamiento del dólar; que había provocado una subida de tipos de interés en Alemania; que había arrojado por el suelo —y con ello, más de una esperanza— al marco finés; que golpeaba con dureza a cuatro monedas europeas —la corona sueca y tres del Sistema Monetario Europeo: lira, libra esterlina y peseta—, y que amenazaba interferir en el resultado del referéndum convocado en Francia para conocer si nuestros vecinos aprobaban, o no, el Tratado de la Unión Europea, firmado en Maastricht.