Abstract
En una sociedad en que la palabra transparencia ha perdido su inocente significado, y se ha vuelto en sí misma un signo de opacidad, la arquitectura no ha podido sustraerse a este radical cambio de signo. Si las relaciones entre transparencia y arquitectura tuvieron estudiosos optimistas o, al menos, sus estetas, hoy la transparencia no es ni una amenaza ni una promesa, sino que ha alcanzado su paroxismo, puesto que ha hecho realidad la pérdida de intimidad y la imposibilidad de dejar huellas personales. Por eso, ¿es posible la construcción de filtros que protejan esa intimidad? Este escrito trata de redescubrir el sentido de tamiz que poseen las paredes y las cortinas. Porque, en una época donde los filtros han perdido su poder de separación, aún podemos descubrir experiencias como las llevadas a cabo por Matta-Clark, Anne Holtrop, Luis Callejas o Petra Blaisse, entre otros, que emplean estos elementos para indicar el valor cultural, simbólico y físico del espacio en que se injertan.