doxa.comunicación | 26, pp. 59-80 | 60

enero-junio de 2018

Análisis de las campañas contra el castigo físico a menores en EspañaAna Rosser Limiñana

ISSN: 1696-019X / e-ISSN: 2386-3978

1. Introducción

La disciplina parental incluye las conductas de los padres dirigidas a evitar y corregir el comportamiento inapropiado del menor y a lograr su conformidad y obediencia (Fauchier y Straus, 2007). Cuando hablamos de castigo físico a menores nos estamos refiriendo a una determinada pauta educativa de crianza que tiene que ver con las estrategias de disciplina paren-tal utilizadas por los padres a la hora de educar a sus hijos mediante azotes, bofetadas, cachetes, etc.

En ocasiones, estas prácticas se han relacionado con las características de las familias, de forma que, aquellos progenitores con menos recursos (bajos ingresos, menor nivel educativo), parecen ser más proclives a utilizar el castigo corporal severo. Además, aquellos que han tenido más posibilidades de ser socializados en el uso de la violencia presentaban más predis-posición a la utilización del castigo físico severo con sus hijos (Dietz, 2000; Fráchette y Romano, 2015; Juby, 2009).

Los diferentes estilos educativos que los padres emplean con los hijos tienen consecuencias en la conducta de los mismos (Baumrind,1971; Musitu y García, 2004). Diferentes investigaciones han tratado de evaluar estos efectos de la utilización de unas estrategias u otras en la conducta del menor así como en su desarrollo psicosocial (Gámez-Guadix et al., 2010a; Fergusson y Lynskey, 1997; Grogan-Kaylor, 2004; Torío, Peña e Inda, 2008). En general, se ha señalado que las estrategias de carácter más aversivo (por ejemplo, castigo físico, amenazas) están ampliamente relacionadas con numerosas consecuen-cias negativas y, entre ellas, con un mayor riesgo de presencia de maltrato y abuso físico sobre el niño (Gershoff, 2002) o de que el menor, a su vez, azote o golpee a otros niños (Simons y Wurtele, 2010). Algunos autores lo relacionan también con una disminución en la calidad de las relaciones padre-hijo (Zolotor et al., 2011) y con el desarrollo de problemas de ajuste psicológico (Landsford et al., 2014; Scott, Lewsey, Thompson y Wilson, 2013: Smith, Springer y Barret, 2011).

En los últimos años, el interés se ha centrado en conocer las circunstancias que llevan a los padres y madres a utilizar el cas-tigo físico con sus hijos. A menudo los padres se muestran ambivalentes hacia el uso del castigo físico y es frecuente que ma-nifiesten actitudes negativas hacia este pero continúan utilizándolo a pesar de no creer en su efectividad (Bunting, Webb and Healy, 2010). Otras variables más dinámicas como el estrés parental (Fráchette y Romano, 2015), cuestiones étnicas o cultu-rales (Holden, Hawk, Smith, Singh y Ashraf, 2017; Khoury-Kassabri, Attar-Schwartz y Zur, 2014) son también importantes.

De ahí la importancia de incidir sobre estas prácticas de cara a sensibilizar a la población sobre las razones que inducen a los padres y madres a utilizarlas, sus riesgos, y posibles estrategias alternativas para corregir el comportamiento de los menores.

En este sentido, la Convención sobre los Derechos del Niño (Naciones Unidas, 1989) afirma en su artículo 19 que “los Esta-dos deben adoptar todas las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas para proteger al niño contra toda forma de violencia física o mental. (Hodgkin y Newell, 2002).

Igualmente, el Comité de los Derechos del Niño (2006) incide en que:

“Abordar la aceptación o tolerancia del castigo corporal generalizada en los niños y su eliminación, en la familia y en las escuelas y otras instituciones, no sólo es una obligación de los Estados partes en la Convención. Es también es una estrategia clave para reducir y prevenir toda forma de violencia en las sociedades”, (Comité de los Derechos del Niño, de las Naciones Unidas, Observación general núm. 8, 2006, párrafo 11).